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El 6 de Junio, 2016 el Dr. Wayne Schmidt fue electo Superintendente General de La Iglesia Wesleyana… El pastor que por 30 años sirvió en la Iglesia Comunidad Cristiana de Kentwood, un suburbio en Grand Rapids, Michigan; más recientemente dirigió el Seminario Wesley de la Universidad Indiana Wesleyan por seis años. Semanas después de su elección, la revista Vida Wesleyana (Wesleyan Life) aprovechó la oportunidad de entrevistar a “Wayne,” pues así prefiere que le llamen, acerca de su peregrinar…

Wesleyan Life: Usted fue cofundador de la Iglesia Kentwood y por treinta años trabajó para que llegara a ser una iglesia multiétnica de 3,000 personas. Desde sus primeros anios, ¿Cómo te fue formando Dios en la persona y el pastor que haría esto?

Wayne Schmidt: Tengo unos padres que aman a Dios que eran lideres laicos en una iglesita de los Peregrinos de Santidad (luego, una iglesia Wesleyana) en Michigan. Cuando yo tenía siete años, durante los servicios de avivamiento que ellos me animaban a dar mi corazón a Jesús en el altar de la Iglesia. Yo recuerdo estar muy consciente de esto al principio, porque había una pequeña niña de mi edad que fue al altar esa misma oportunidad. Dios también me llamó al ministerio en esa misma oportunidad. Mi abuelita también sintió esto. De hecho, yo tuve que catalogar qué era de Dios y qué era de mi abuela en cuanto a mí llamado al ministerio. Pero en realidad, era de Dios.

Hubo momentos en los que me resistía, pero a la edad de 19, encomendé mi vida totalmente a los propósitos de Dios. Le rendí todo a Él y sé que Él me llenó con Su Espíritu. Mientras esto pasaba tuve algunos retos a lo largo del camino, fue desde ese tiempo que El dio un giro mi corazón para amarle a Él y amar a otros.

Cuando estaba en mi último año en la Universidad Indiana Wesleyan, el Dr. Laurel Buckingham [un distinguido pastor Wesleyano de Canadá] nos dijo: “Oren para que Dios les llame a una comunidad donde ustedes puedan pasar toda una vida.” Ese era un nuevo pensamiento para mí: que yo sería llamado a una comunidad y no solo a una iglesia, y también que sería para toda la vida, no solo unos 3-5 años. Y Dios lo hizo. La claridad de ese llamado, y la duración de ese llamado a Kentwood, proveyó la base para todo lo que Dios haría a través de mí en los siguientes 30 años.

Wesleyan Life: ¿Puedes compartirnos qué hizo Dios contigo durante tus años como pastor en Kentwood?

Wayne Schmidt: Hubo algunas cosas durante este caminar que ahora me refiero a ellas como “momentos de ofrenda” donde tuve que ofrecerme en una forma fresca a la luz de lo que estaba sucediendo mientras Dios estaba edificando la iglesia Kentwoood. Debo admitir que no estoy orgulloso de admitirlo, pero yo tenía en mi corazón ser el plantador fundador de la iglesia. Imagínate, yo era un muchachito de 21 años. En vez de eso, Dios me ubicó en un equipo bajo un líder. Mirando hacia atrás, Dios me estaba preguntando: ¿”Wayne, estas apasionado en plantar la iglesia, o solo te importa la posición?” Después de trabajar en eso, Dick Wynn vino a ser un asombroso mentor por los dos años más formativos de mi ministerio.

Algunos años después, ya llegando a mis treinta años, Dios estaba bendiciendo la iglesia, la gente estaba viniendo a Cristo, y las cosas estaban pasando muy rápido, ¡y yo pegué contra la pared! Tanto Dios, como mi esposa y mis hijos estaban recibiendo las sobras de mi tiempo. Mi deseo de agradar a la gente y probar que yo era un pastor efectivo me llevó a ser un trabajólico. Dios me guio a un libro escrito por Gordon MacDonald , “Ponga Orden en su Mundo Interior.” Tuve que aprender la diferencia entre ser llamado y ser conducido. En ese mismo tiempo Dios trajo a mi vida un compañero de ministerio para rendir cuentas (Accountability Partner) que Él ha utilizado por 31 años para hacerme las preguntas correctas. Dios me ha ayudado a realmente rendir esa cualidad de ser manejado y alcanzar un balance, totalidad de la vida y un gran matrimonio y familia.

Wesleyan Life: ¿Puedes recordar otro “momento de ofrenda” en tu vida?

Wayne Schmidt: Si, fue durante esos momentos en los que he experimentado a Dios más poderosa e íntimamente, aunque a veces en medio del dolor personal. A los veinte años en el ministerio en Kentwood enfrenté la crisis más grande de mi vida. Un conflicto serio se había apoderado de mi equipo de trabajo y mesa directiva y se esparció a la congregación. El vicepresidente de la mesa directiva se me acercó para hacerme saber que aunque yo no era la causa del problema, mi renuencia a enfrentar el conflicto había venido a ser parte del problema. Yo estaba renuente a enfrentar el conflicto y arriesgaba el rechazo para resolverlo.

Literalmente manché el sillón de mi oficina con mis lágrimas mientras le rogaba a Dios que me librara de mi llamado. Yo sabía que podía haber dejado Kentwood en ese momento y podría haber sido un noble gesto. Pero sabía que estaría huyendo; hubiera sido mi momento “Jonás” de desobediencia. Dios no cedió. Yo estaba quebrantado, pero yo no estaba dispuesto a estar fuera de su voluntad. Y en un momento muy sagrado, El me prometió estar conmigo cada paso del camino. El me llevó a través de una paz divina. A través de eso, El me cambió. El cambió la forma en la que yo miro y trato el conflicto y el rechazo. Y El también sanó Su iglesia.

Wesleyan Life: ¿Qué considera usted los asuntos críticos de la misión que la Iglesia Wesleyana debe enfocarse para así continuar experimentando la bendición de Dios?

Wayne Schmidt: Nuestra Superintendente General Emérita, la Dra. Jo Anne Lyon ha sido ungida por Dios para ayudar a multiplicar las oportunidades en el ministerio delante de la Iglesia. Yo creo que la visibilidad y la credibilidad de La Iglesia Wesleyana nunca ha estado en el nivel en el que se encuentra ahora. Pero a quien mucho se le da, mucho se le requiere. Yo pienso que ahora estamos en una temporada donde debemos discernir cuales de estas oportunidades debemos aprovechar al máximo. En Efesios 5, la Biblia dice, “Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios sino como sabios,aprovechando al máximo cada momento oportuno” (NBD). Para el mundo, ser cautelosos y cuidadosos significa evitar el riesgo. Pero en el Reino de Dios, el ser sabio y cauteloso significa tomar riesgos para el Reino, aprovechando al máximo cada oportunidad.

Juntos, ahora estamos uniéndonos a una oración enfocada y estamos escuchando al Espíritu de Dios. Un tema que ha salido poderosamente, inclusive durante la Conferencia General, ha sido el discipulado. Probablemente la mejor forma de medir si tenemos un verdadero discipulado es si ese discípulo está haciendo otro discípulo. Así que todos estamos presentándole a Cristo a la gente; ¿estamos animando esos primeros pasos del discipulado en la gente? La cultura de hoy está retando a la Iglesia más que nunca, y una fe superficial y consumista no va a aguantar la tormenta. Así que en nuestras discusiones acerca de la membresía, y en el contexto de aprovechar al máximo cada oportunidad, nuestro enfoque debe ser de un discipulado más profundo.

También Norteamérica ha llegado a ser más que nunca un campo misionero. Pero nosotros como La Iglesia Wesleyana no temeos que ser algo que no somos para poder estar listos misionalmente hablando. No tenemos que cambiar nuestro ADN. Hemos sido diseñados de una forma única teológica e históricamente. Podemos redescubrir estas asombrosas fortalezas, re imaginar cómo alcanzar la cultura de hoy en día, enfatizar un discipulado profundo y podremos hacer la diferencia en Norteamérica y mas allá.

Wesleyan Life: Como Superintendente General, ¿Cómo mantiene el balance entre el liderazgo espiritual y la administración?

Wayne Schmidt: Celebro que en La Iglesia Wesleyana, el liderazgo espiritual es lo primario. Eso no excusa ninguna falta de liderazgo organizacional. Mucha gente me conoce como el “hacedor,” un activista. De hecho, mi versículo de vida es Juan 17.4 “Yo te he glorificado en la tierra, y he llevado a cabo la obra que me encomendaste.”

Menos visible, pero muy real has sido mi compromiso en oración enfocada como parte de mi vida y mi rutina diaria por muchos años. Cada mañana, tengo un libro de notas para la oración que me guía el cual incluye todos los líderes de nuestra Iglesia y nuestros distritos. La longevidad de esa disciplina ha edificado una poderosa conexión espiritual entre mi persona y la Iglesia. Ese tiempo con Dios y mi oración enfocada continuará, y estoy sintiendo la unción renovada de Dios y Su favor para interceder. Cualquier habilidad organizacional que yo pueda aportar, estoy completamente energizado por la oportunidad de interceder espiritualmente por nuestra Iglesia, y para ayudarnos a ir donde Dios nos dirija.