23 de julio

SALMO 27 NVI

Salmo de David.

El Señor es mi luz y mi salvación;

¿a quién temeré?

El Señor es el baluarte de mi vida;

¿quién podrá amedrentarme?

Cuando los malvados avanzan contra mí

para devorar mis carnes,

cuando mis enemigos y adversarios me atacan,

son ellos los que tropiezan y caen.

Aun cuando un ejército me asedie,

no temerá mi corazón;

aun cuando una guerra estalle contra mí,

yo mantendré la confianza.

Una sola cosa le pido al Señor,

y es lo único que persigo:

habitar en la casa del Señor

todos los días de mi vida,

para contemplar la hermosura del Señor

y recrearme en su templo.

Porque en el día de la aflicción

él me resguardará en su morada;

al amparo de su tienda me protegerá,

y me pondrá en alto, sobre una roca.

Me hará prevalecer

frente a los enemigos que me rodean;

en su templo ofreceré sacrificios de alabanza

y cantaré salmos al Señor.

Oye, Señor, mi voz cuando a ti clamo;

compadécete de mí y respóndeme.

El corazón me dice: «¡Busca su rostro!»

Y yo, Señor, tu rostro busco.

No te escondas de mí;

no rechaces, en tu enojo, a este siervo tuyo,

porque tú has sido mi ayuda.

No me desampares ni me abandones,

Dios de mi salvación.

Aunque mi padre y mi madre me abandonen,

el Señor me recibirá en sus brazos.

Guíame, Señor, por tu camino;

dirígeme por la senda de rectitud,

a causa de los que me acechan.

No me entregues al capricho de mis adversarios,

pues contra mí se levantan falsos testigos

que respiran violencia.

Pero de una cosa estoy seguro:

he de ver la bondad del Señor

en esta tierra de los vivos.

Pon tu esperanza en el Señor;

ten valor, cobra ánimo;

¡pon tu esperanza en el Señor!