El Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad, igual al Padre y al Hijo, que comparte la esencia divina de Dios.

El estudio del Espíritu Santo se denomina “pneumatología”, siendo pneuma la palabra griega para “espíritu” o “aliento”. Tanto la palabra griega como la hebrea ruach connotan “viento” o “aliento”, el espíritu dador de vida que alienta la vida.

Cuando hablamos del Espíritu Santo como una persona, estamos enfatizando que el Espíritu Santo no es una fuerza despersonalizada o un “eso”. El Espíritu es tan personal como el Padre y el Hijo y tiene una misión específica en la historia de la salvación y en el mundo. Aunque el Espíritu Santo está activo en todo el trabajo asociado con las otras dos personas de la Trinidad, cabe mencionar las cualidades e intervenciones específicas dadas al Espíritu Santo. Por ejemplo, aunque el Padre y el Hijo están completamente involucrados en salvarnos, el Espíritu Santo tiene el propósito de convencernos de nuestro pecado, convencernos de nuestra necesidad de una nueva vida y purificar nuestros corazones para la santificación.

También es cierto que, dentro de la Trinidad, la naturaleza trascendente y lejana de Dios es a menudo un rasgo que describe al Padre, mientras que la experiencia inmediata y perceptible de Dios se piensa que nos la es dada por el Espíritu. En el Credo de los Apóstoles, la creencia en el Espíritu Santo va seguida de numerosos ejemplos: la experiencia de la santa iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, así como la esperanza futura de la resurrección corporal y la vida eterna. A menudo invocamos a la persona del Espíritu Santo para que venga sobre nosotros en nuestro servicio de adoración, a fin de que podamos experimentar individual y colectivamente la imponente presencia de Dios.

Sin embargo, esta experiencia cercana e íntima con el Espíritu Santo puede convertirse en un narcisismo puramente subjetivo y psicológico. El Espíritu Santo y el espíritu humano están estrechamente relacionados, pero el Espíritu Santo sigue siendo Dios y no debe ser abusado ni manipulado por nosotros.

Es el Espíritu Santo dentro de nosotros el que intercede por nosotros cuando nuestro propio espíritu es incapaz de expresar lo que necesitamos (Romanos 8:26). Se nos aconseja a discernir los espíritus para que podamos distinguir la actividad del Espíritu de Dios en nuestras vidas de la que es nuestra existencia carnal (Romanos 12:2). El Espíritu Santo, como consolador y consejero personal, nos ayuda a orientar nuestras decisiones en un mundo ambiguo y cambiante.

Una forma de garantizar que nuestra relación con el Espíritu Santo no se convierta en obsesión y misticismo imparcial es reflexionar sobre la forma en que el Espíritu Santo procede del Padre. Como el Padre envió al Hijo, el Hijo envía al Espíritu (Juan 15:26). La procesión del Espíritu es una relación eterna; como el Hijo es eternamente engendrado, el Espíritu procede eternamente. La historia de esta “procesión” ha sido larga y controvertida, simbolizando a menudo el cisma entre las formas oriental y occidental del cristianismo.

Si decimos que el Espíritu Santo procede solo del Padre (cristianismo oriental), podemos estar poniendo un énfasis no deseado en la capacidad de conocer a Dios separadamente de Cristo, lo que abre dos medios distintos de salvación.

Si decimos que el Espíritu procede del “Padre y del Hijo” (cristianismo occidental), podríamos estar vinculando excesivamente al Espíritu Santo con el Jesús histórico como Verbo encarnado. Esto puede conducir a lo que algunos llaman un “cristomonismo”: la idea de que el Espíritu está vinculado a la revelación de Cristo en una historia concreta. Este obstáculo ha llevado a algunos a imaginar una cooperación entre ambas personas. Ireneo (siglo II; anterior a los debates trinitarios clásicos) escribió sobre el Hijo y el Espíritu Santo como las dos manos de Dios.

Así como el Hijo, el Verbo encarnado, coopera con el Espíritu Santo, también lo hacen la Palabra bíblica y el Espíritu. Tanto la “Palabra” como el “Espíritu” son necesarios para transmitir el mensaje de Dios al mundo. Por sí sola, la Palabra puede convertirse en mera ley, pero el Espíritu le da libertad y vida. Por sí solo, el Espíritu puede quedar desatado y sin forma, pero la Palabra le da orden y sentido. Incluso cuando leemos la Biblia, cuyos escritores fueron inspirados por el Espíritu Santo, la interpretamos a través de ese mismo Espíritu para nuestra vida en la actualidad.

Hay muchos subtemas bajo el estudio del Espíritu Santo, incluyendo el bautismo del Espíritu Santo, el fruto del Espíritu y los dones carismáticos. Pero llegamos a conocer al Espíritu Santo como Aquel que habita en nosotros, guiándonos para vivir como Jesús nos llamó a vivir. Así como vemos que el Espíritu obra en la Iglesia, hemos llegado a saber que el Espíritu también obra fuera de la Iglesia y en lugares que aún no hemos reconocido.

A partir de la negligencia del pasado, la pneumatología ha surgido como una de las áreas más apasionantes del pensamiento cristiano actual. El estudio del Espíritu Santo debe influir nuestra vida cristiana, tanto en su dimensión individual como social. Este estudio trata específicamente sobre cómo experimentamos a Dios trabajar dentro de nosotros (antropología teológica), y entre nosotros como hermanos creyentes (eclesiología), y en la misión de Dios en la historia humana (misionología), incluyendo la esperanza del futuro (escatología). Nuestra vida cristiana necesita una constante renovación y vida nueva. Por esto, “¡Ven, Espíritu Santo!”.

Rich Eckley es ministro wesleyano ordenado y profesor emérito de Teología en Houghton University, Houghton, Nueva York.

 

Preguntas para reflexionar y conversar

  • ¿Cuáles son algunas de las cualidades o intervenciones específicas del Espíritu Santo?
  • ¿De qué manera han sido manifestadas esas intervenciones específicas del Espíritu Santo en tu propia vida, aunque no te dieras cuenta en ese momento?
  • ¿Puedes identificar situaciones en las que pudiste percibir fácilmente la obra del Espíritu Santo en la familia de tu iglesia o en la obra del reino? Describe tus experiencias.
  • Como creyentes en Cristo, es imperativo que vivamos guiados por del Espíritu Santo. ¿Cuáles son algunas de las formas prácticas que puedes tener presente esa guianza y confiar en el Espíritu Santo cada día?