1 de abril de 2023

Lucas 22:39-62 NVI

Jesús salió de la ciudad y, como de costumbre, se dirigió al monte de los Olivos, y sus discípulos lo siguieron. Cuando llegaron al lugar, les dijo: «Orad para no caer en tentación». Entonces se separó de ellos a una buena distancia, se arrodilló y empezó a orar: «Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya». Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerlo. Pero, como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor, y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra.
Cuando terminó de orar y volvió a los discípulos, los encontró dormidos, agotados por la tristeza. «¿Por qué estáis durmiendo? —les exhortó—. Levantaos y orad para no caer en tentación».
 
Arresto de Jesús
22:47-53 – Mt 26:47-56Mr 14:43-50Jn 18:3-11
Todavía estaba hablando Jesús cuando se apareció una turba, y al frente iba uno de los doce, el que se llamaba Judas. Este se acercó a Jesús para besarlo, pero Jesús le preguntó:
―Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre?
Los discípulos que lo rodeaban, al darse cuenta de lo que pasaba, dijeron:
―Señor, ¿atacamos con la espada?
Y uno de ellos hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha.
―¡Dejadlos! —ordenó Jesús.
Entonces tocó la oreja al hombre, y lo sanó. 52Luego dijo a los jefes de los sacerdotes, a los capitanes del templo y a los ancianos, que habían venido a prenderlo:
―¿Acaso soy un bandido, para que vengáis contra mí con espadas y palos? Todos los días estaba con vosotros en el templo, y no os atrevisteis a ponerme las manos encima. Pero ya ha llegado vuestra hora, cuando reinan las tinieblas.
 
Pedro niega a Jesús
22:55-62 – Mt 26:69-75Mr 14:66-72Jn 18:16-18,25-27
Prendieron entonces a Jesús y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía de lejos. Pero luego, cuando encendieron una fogata en medio del patio y se sentaron alrededor, Pedro se les unió. Una criada lo vio allí sentado a la lumbre, lo miró detenidamente y dijo:
―Este estaba con él.
Pero él lo negó.
―Muchacha, yo no lo conozco.
Poco después lo vio otro y afirmó:
―Tú también eres uno de ellos.
―¡No, hombre, no lo soy! —contestó Pedro.
Como una hora más tarde, otro lo acusó:
―Seguro que este estaba con él; pues también es galileo.
―¡Hombre, no sé de qué estás hablando! —replicó Pedro.
En el mismo momento en que dijo eso, cantó el gallo. El Señor se volvió y miró directamente a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces». Y saliendo de allí, lloró amargamente.