3 de abril de 2023

Juan 19:1-16 NVI

Pilato tomó entonces a Jesús y mandó que lo azotaran. Los soldados, que habían tejido una corona de espinas, se la pusieron a Jesús en la cabeza y lo vistieron con un manto de color púrpura.
―¡Viva el rey de los judíos! —le gritaban, mientras se le acercaban para abofetearlo.
Pilato volvió a salir.
―Aquí lo tenéis —dijo a los judíos—. Lo he sacado para que sepáis que no lo encuentro culpable de nada.
Cuando salió Jesús, llevaba puestos la corona de espinas y el manto de color púrpura.
―¡Aquí tenéis al hombre! —les dijo Pilato.
Tan pronto como lo vieron, los jefes de los sacerdotes y los guardias gritaron a voz en grito:
―¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!
―Pues lleváoslo y crucificadlo vosotros —replicó Pilato—. Por mi parte, no lo encuentro culpable de nada.
―Nosotros tenemos una ley, y según esa ley debe morir, porque se ha hecho pasar por Hijo de Dios —insistieron los judíos.
Al oír esto, Pilato se atemorizó aún más, así que entró de nuevo en el palacio y preguntó a Jesús:
―¿De dónde eres tú?
Pero Jesús no le contestó nada.
―¿Te niegas a hablarme? —le dijo Pilato—. ¿No te das cuenta de que tengo poder para ponerte en libertad o para mandar que te crucifiquen?
―No tendrías ningún poder sobre mí si no se te hubiera dado de arriba —le contestó Jesús—. Por eso el que me puso en tus manos es culpable de un pecado más grande.
Desde entonces Pilato procuraba poner en libertad a Jesús, pero los judíos gritaban desaforadamente:
―Si dejas en libertad a este hombre, no eres amigo del emperador. Cualquiera que pretende ser rey se hace su enemigo.
Al oír esto, Pilato llevó a Jesús hacia fuera y se sentó en el tribunal, en un lugar al que llamaban el Empedrado (que en arameo se dice Gabatá). Era el día de la preparación para la Pascua, cerca del mediodía.
―Aquí tenéis a vuestro rey —dijo Pilato a los judíos.
―¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo! —vociferaron.
―¿Acaso voy a crucificar a vuestro rey? —replicó Pilato.
―No tenemos más rey que el emperador romano —contestaron los jefes de los sacerdotes.
Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y los soldados se lo llevaron.