Cuando era joven, Dios me llamó a ser misionera. “Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19-20) Estos fueron los versículos que Dios me dio ese día, y esos fueron os versículos con los que viví mi ministerio. Serví durante ocho años con Global Partners en Europa Central evangelizando musulmanes. Un día, mientras caminaba hacia el campo de refugiados iba orando: “Dios, por favor, deja que te escuchen a través de mí, no dejes que el hecho de que soy mujer les quite esta oportunidad de escuchar el Evangelio”. No era la primera vez que compartía mi fe con musulmanes, pero sí era la primera vez que estaba en una sala llena de hombres que querían escuchar acerca de Jesús. Mi esposo estaba conmigo, él se presentó a los 15 hombres en la sala y luego me presentó a mí. Nos sentamos en una gran alfombra y comenzamos a platicar. Estos hombres eran de todas partes del mundo, pero de alguna manera, todos querían oír acerca de Jesús. «¿Empezamos?» preguntó mi esposo. El líder respondió: “por favor Hamed, puedes empezar”. Mi esposo me vio y dijo: “de hecho yo solo soy el traductor. Mi esposa será quien dirija el estudio”. Sentí un nudo en el estómago cuando los hombres comenzaron a mirarse unos a otros como con duda, pero inmediatamente sentí que el Espíritu Santo estaba ahí. Cuando empezamos a leer la Biblia, el grupo se sintió mucho más cómodo, comenzaron a hacer preguntas y a compartir sus pensamientos. Estaban intrigados de cómo una mujer podía saber “tanto” acerca de la Biblia y cómo mi esposo “me permitió” liderar el estudio. Mi esposo les explicó que para Jesús las mujeres son tan valiosas como el hombre y que Él nos había dado la autoridad a las mujeres para hablar Su palabra. La conversación fue estupenda y los invitamos a la Iglesia el domingo. Justo me tocaba predicar ese domingo en la Iglesia. Mientras nos preparábamos para comenzar el servicio, entraron los 15 hombres del estudio bíblico. Nos saludaron y nos dijeron lo felices que estaban de estar allí. Después de terminar mi predicación, hice el llamado. Les pregunte a las personas presentes si les gustaría aceptar a Jesús como su salvador. Para mi sorpresa, los 15 hombres levantaron la mano. Nuestro Pastor oró por ellos y celebramos juntos. Dios estaba obrando, de echo Él siempre lo está. Podría haber dejado que mi miedo a ser mujer y no ser aceptada en su cultura me impidiera compartir con ellos. Culturalmente, no podría haber estado en esa sala con ellos sin mi esposo, pero contar con el apoyo de él marcó la diferencia. Compartir con ellos el valor que Dios ve en las mujeres marcó la diferencia. Ser obediente a mi llamado y vivir mi ministerio marcó la diferencia.

Liz es una inmigrante de México. Se mudó a los Estados Unidos cuando era adolescente y fue aquí donde se convirtió en creyente. Ha sido misionera durante más de ocho años, compartiendo su historia, fe y experiencia de vida con otros inmigrantes. Tiene un corazón para los no alcanzados y las comunidades de inmigrantes y refugiados.

Sirviendo en Lugares Desafiantes

La Rev. Carla Working y La Rev. Belinda Selfridge presentaron un taller en la Conferencia Juvenil FOLLOW. En este taller los estudiantes aprendieron sobre la importancia del ministerio de la Mujer en la Iglesia, mas que un taller se abrio espacio para conversar el porque es importante el servicio de la mujer en la iglesia. Alabamos a Dios por todo lo que hizo en y a través de la conferencia FOLLOW para lanzar nuestra próxima generación de pastores, misioneros y líderes del mercado, mujeres y hombres.