Preámbulo: Lo que esto es y lo que no es

Este no es un documento de política.
No es una disertación teológica.
Esto no es una estrategia de evangelismo.
No es una lista de posiciones sobre puntos políticos o estrategias nacionales de inmigración.

Este es el testimonio de lo que nosotros, como wesleyanos, creemos que la Escritura enseña claramente: un llamado para que el pueblo de Dios, particularmente aquellos dentro de La Iglesia Wesleyana, se enfoque primero y ante todo en lo que es claro y seguro en la Escritura. Dios llama repetidamente y sin ambigüedad a su pueblo a amar y acoger a los inmigrantes. Ese llamado no depende de los vientos políticos, de argumentos económicos ni de categorías relacionadas con el estatus migratorio. Es una ética fundamental del pueblo del pacto de Dios y de los seguidores de Jesucristo.

El tema de la inmigración a menudo genera debates: la gente discrepa sobre cuántos inmigrantes deberían ser admitidos en EE. UU., enfrenta la “regla de la ley” contra la compasión, o discute interminablemente cuál debería ser la política fronteriza correcta. Aunque estos asuntos son complejos, llenos de matices y moldeados por innumerables historias y situaciones, el pueblo de La Iglesia Wesleyana permanece fijo en la Palabra de Dios para guiar y moldear nuestra comprensión sobre los inmigrantes y la inmigración. Como en todos los demás aspectos de nuestra fe y discipulado, estamos comprometidos a aprender, practicar y obedecer para que sea indiscutible que nuestras creencias, valores y actitudes sobre los inmigrantes y la inmigración están formados por la Escritura.

Creemos que la Escritura es clara: el pueblo de Dios está llamado a amar a los inmigrantes con acciones tangibles. La pregunta principal para los wesleyanos no es “¿Por qué están los inmigrantes en nuestras comunidades?” o “¿Cuál es su estatus?”, sino “¿Cómo amamos bien a los inmigrantes?” y “¿Cómo creamos espacios de acogida, pertenencia y justicia para nuestros vecinos inmigrantes?”

Introducción

La migración es un tema profundamente bíblico, tejido a lo largo de la historia del pueblo de Dios. La Biblia nos llama repetidamente a amar, acoger y estar con los inmigrantes (Deuteronomio 10:17-19, Levítico 19:33-34, Mateo 22:36-40). El acto de acoger al ger (hebreo: extranjero, inmigrante) y al xenos (griego: extranjero, inmigrante) no es opcional: es un reflejo de nuestra respuesta a Cristo mismo. Jesús declara en Mateo 25:35-40 que quienes acogen al extranjero lo están acogiendo a Él, y quienes rechazan al extranjero lo están rechazando a Él.

La Iglesia Wesleyana se mantiene firme en su compromiso de acoger a los inmigrantes como portadores de la imagen de Dios (Génesis 1:27), construir y apoyar sistemas justos que defiendan la dignidad de los inmigrantes (Zacarías 7:9-10), y equipar a las iglesias locales para que sean lugares de hospitalidad bíblica (Romanos 12:13). Reconocemos que la migración es parte de la experiencia humana y que la Iglesia está llamada a participar activamente tanto en la acogida personal como en la justicia sistémica restauradora (mishpat – Isaías 1:17, Miqueas 6:8). Nuestra respuesta como wesleyanos hacia los inmigrantes no está dictada por ideologías políticas ni por temores nacionalistas, sino por los valores del Reino de Dios.

Migración como Realidad Global que Afecta a Estados Unidos y Canadá

La migración no es nueva, pero las causas y complejidades han evolucionado. Hoy, la migración está impulsada por oportunidades, reunificación familiar, guerra, hambruna, persecución e inequidad sistémica. Actualmente, Estados Unidos y Canadá están significativamente moldeados por estos movimientos globales.

En Canadá, más del 23% de la población son inmigrantes, y se proyecta que ese número aumente al 30% para 2040 (Statistics Canada, 2025). En Estados Unidos, los inmigrantes constituyen aproximadamente el 16% de la población, una proporción que se espera continúe creciendo (Pew Research Center, 2025).

La Escritura nunca vincula el mandato de Dios de amar a los inmigrantes con estadísticas, tamaños de frontera, cuotas o países de origen. Sean muchos o pocos, cercanos o lejanos, el mandato sigue siendo el mismo: amar al inmigrante entre ustedes.

Al obedecer el mandato de Dios de amar a nuestros vecinos inmigrantes, seguimos comprometidos a aprender y comprender las historias detrás de las estadísticas. Aunque los inmigrantes demuestran un valor, una fortaleza y una determinación extraordinarios al establecerse en un nuevo país, continúan enfrentando sistemas injustos, discriminación, separación familiar, condiciones laborales inseguras o vías limitadas para avanzar en su proceso migratorio. Muchos inmigrantes deben navegar políticas confusas, soportar largos períodos de incertidumbre o incluso vivir con temor a la detención o deportación. Otros son excluidos de servicios esenciales o atacados por una retórica dañina que niega su dignidad y valor. Estas son las realidades detrás de los números: señalan problemas de justicia que exigen una respuesta del pueblo de Dios.

La Perspectiva Wesleyana Única

Desde su inicio, La Iglesia Wesleyana ha luchado por una justicia transformadora: una expresión integral de fe personal, discipulado comunitario y acción pública que trae cambio duradero. Juan Wesley insistió en que el verdadero discipulado se expresa en cuidar a los pobres, oponerse a la opresión y proclamar libertad a los cautivos (Lucas 4:18-19). Es a partir de este fundamento teológico e histórico que hablamos sobre la realidad de la inmigración hoy.

La Iglesia Wesleyana nació en protesta contra la injusticia de la esclavitud. Aunque ninguna injusticia es idéntica a otra, cada una exige claridad moral y valentía del pueblo de Dios. Así como nos opusimos a la opresión racial en el siglo XIX, hoy estamos llamados a oponernos a la deshumanización, exclusión y narrativas basadas en el miedo que rodean a los inmigrantes en el siglo XXI.

Reconocemos que los asuntos relacionados con la inmigración son complejos y están entrelazados con la historia, la ley, la política, la economía y la cultura. Sin embargo, los wesleyanos nunca han rehuido a los espacios difíciles; más bien, a menudo hemos marcado el camino, guiados por la Escritura y moldeados por profundas convicciones bíblicas. Nuestros fundadores navegaron la tensión entre lo que era legal y lo que era justo, negándose a aceptar la esclavitud simplemente porque estaba sancionada por la ley. De la misma manera, estamos llamados a llevar la Escritura y el discernimiento guiado por el Espíritu a las complejidades de la inmigración hoy, procurando vivir fielmente en la intersección de la compasión, la justicia y la verdad.

Creemos que la Escritura no solo permite, sino que espera que el pueblo de Dios lidere en amar y estar con los inmigrantes. Esto no es un asunto periférico; es un asunto del Evangelio.

Los Inmigrantes No Son Amenazas, Cargas ni Oportunidades

Las narrativas que presentan a los inmigrantes como drenajes de recursos, criminales, invasores o incluso simplemente como “duros trabajadores” son inconsistentes con la visión bíblica de la dignidad humana. Cualquier intento de definir a las personas únicamente por su contribución económica, estatus legal o desafíos que enfrentan, les quita su valor pleno como portadores de la imagen de Dios. Los inmigrantes no son problemas que resolver, herramientas a usar ni causas a defender: son personas para ser conocidas, amadas y acogidas. Como wesleyanos, debemos rechazar el lenguaje y las etiquetas que reducen a los inmigrantes a menos de lo que son: amados por Dios, creados con propósito y dignos de justicia y dignidad (Deuteronomio 10:18; Gálatas 3:28). Participar o guardar silencio ante una retórica que les deshumaniza, es traicionar nuestro llamado como seguidores de Cristo.

Los Inmigrantes y el “Cuarteto de los Vulnerable”

En la Escritura, Dios expresa particular preocupación por cuatro grupos vulnerables: las viudas, los huérfanos, los pobres y los inmigrantes (Zacarías 7:10, Deuteronomio 27:19). Pero al profundizar en los mandatos de Dios sobre el cuarteto de los vulnerables, vemos que está en nuestra naturaleza caída —es la norma en nuestra sociedad— crear y sostener sistemas que hacen a las personas vulnerables y las empujan a los márgenes. La enseñanza bíblica sobre el cuarteto de los vulnerables no solo nos muestra quién está en los márgenes; revela claramente por qué están allí. Estos grupos han sido hechos vulnerables por sistemas rotos y pecaminosos que nosotros creamos y sostenemos.

La mayoría de las culturas a lo largo de la historia han encontrado maneras de cuidar a sus propias viudas, huérfanos y a sus propios pobres. Pero Dios ordena repetidamente el cuidado de los inmigrantes, sabiendo que las sociedades caídas tienden a excluirlos y empujarlos a los márgenes. Esta inclusión repetida nos muestra algo profundo: Dios se identifica con el extranjero. El llamado a amar a los inmigrantes no es solo compasión, es obediencia al pacto.

El Llamado Repetido y Orientado a la Acción de Dios

Dios no ordena amar a los inmigrantes una o dos veces: solo en el Antiguo Testamento lo ordena más de 30 veces. Y estas órdenes siempre vienen acompañadas con una acción tangible:

  • “No maltraten ni opriman al extranjero…” (Éxodo 22:21)
  • “El extranjero que reside entre ustedes debe ser tratado como nativo…” (Levítico 19:34)
  • “Amen a los extranjeros, porque ustedes mismos fueron extranjeros en Egipto.” (Deuteronomio 10:19)

Este amor no es solo un sentimiento: es justicia puesta en acción. Dar la bienvenida a los inmigrantes significa:

  • Encontrarlos donde están (Levítico 19:34; Hechos 8:26-31)
  • Caminar junto a ellos (Rut 1:16-17; Rut 2:11-12; Hechos 8:29)
  • Darles un sentido de pertenencia igualitaria (Levítico 19:34; Deuteronomio 24:17-18)
  • Tratarles con justicia (Deuteronomio 27:19; Malaquías 3:5)
  • Oponerse a la discriminación (Éxodo 22:21; Zacarías 7:10)
  • Negarse a imponer la asimilación (Isaías 56:3; Hechos 2:5-11; Apocalipsis 7:9-10)
  • Crear sistemas equitativos (Deuteronomio 16:11-14; Deuteronomio 26:12-13)
  • Elevar sus voces (Éxodo 22:21-23; Isaías 56:6-7; Hechos 6:1-7)
Philoxenos: El Mandato Bíblico para los Líderes de la Iglesia

Una de las instrucciones más claras en el Nuevo Testamento sobre liderazgo es que los líderes deben ser hospitalarios. La palabra griega usada es philoxenos, que literalmente significa “amor a los inmigrantes” (1 Timoteo 3:2, Tito 1:8).

La hospitalidad no se trata de ser extrovertido ni de entretener; se trata de actitud y práctica. El “extranjero” en la Escritura no es alguien como nosotros a quien simplemente aún no conocemos. El xenos es el forastero, el inmigrante. Si no se nos conoce como personas que aman y reciben activamente a los inmigrantes, no estamos calificados para liderar al pueblo de Dios.

La hospitalidad bíblica no ignora preguntas difíciles ni realidades complejas. Más bien, nos llama a entrar en ellas con compasión y convicción. Exhortamos a los líderes wesleyanos a comenzar con lo que la Escritura deja claro: debemos ser conocidos por nuestro amor hacia los inmigrantes.

Los Sistemas le Importan a Dios

A lo largo de la Escritura, Dios deja claro que Su preocupación no es solo por las acciones de los individuos, sino también por el carácter de las comunidades y las estructuras que crean. En Mateo 25, Jesús dice que al final de los tiempos el “ethnos” (griego: pueblo, comunidad, grupo, tribu) será reunido y juzgado según cómo trató al hambriento, sediento, enfermo, encarcelado y, sí, al inmigrante. Los profetas repiten esta misma verdad: Dios reprende a Israel repetidamente no solo por pecados personales, sino por tribunales corruptos, economías explotadoras y prácticas injustas que oprimían a los pobres y excluían al extranjero (Amós 5:7-12; Miqueas 6:8; Malaquías 3:5). La Ley misma refleja esta preocupación colectiva, incorporando protecciones sistémicas como las leyes de espigar, la liberación de deudas y el trato igualitario a los inmigrantes (Levítico 19:33-34; Deuteronomio 24:17-22).

Este patrón bíblico nos muestra dos cosas:

  1. Dar la bienvenida a los inmigrantes no es solo un acto personal: es una responsabilidad colectiva.
  2. Dios no solo juzga a individuos, juzga también sistemas.

Por lo tanto, la Iglesia no debe limitarse a encarnar un amor personal hacia los inmigrantes, sino también hablar en contra y resistir sistemas que los excluyen, maltratan o ignoran. Estamos llamados a ser un pueblo de acogida, un ethnos colectivo que refleje el corazón de Dios por la justicia y sentido de pertenencia.

Hechos 8: Un Modelo de Proximidad y Conexión

La historia de Felipe y el funcionario etíope en Hechos 8 nos da un modelo bíblico simple y claro de cómo vivir estos principios. Felipe, un seguidor de Jesús nacido en su tierra, es llamado por el Espíritu a dejar un lugar de comodidad e ir a un camino —no cualquier camino, sino una carretera transnacional donde viajaban personas de África y de todo el mundo romano.

Probablemente no habría encontrado a muchos inmigrantes en Samaria. Pero Dios lo llama a un lugar de proximidad intencional.

Luego, Dios lo llama nuevamente: a “kollaō” (griego: Hechos 8:29), que significa unirse, adherirse, pegarse como pegamento o conectarse profundamente. Felipe no simplemente pasa de largo ni ofrece una palabra amable. Se une al viaje. Camina con el inmigrante.

Ese es un modelo práctico y tangible que todos podemos adoptar: comenzamos acercándonos a los inmigrantes, incluso si eso significa salir de nuestra zona de comodidad. Pero no nos detenemos allí: recordamos que la proximidad no es el objetivo final. Damos el siguiente paso: conectarnos personalmente con los inmigrantes o sus familias y unirnos a ellos en sus trayectorias. Al tomar estas acciones, debemos esperar ser transformados. Las relaciones verdaderas son mutuas, y cuando caminamos junto a otros con humildad y amor, no solo ofrecemos apoyo: lo recibimos, y nuestras propias vidas son transformadas en el proceso.

Llamado Final a la Acción

Para que los wesleyanos vivamos fielmente el llamado bíblico a amar y dar la bienvenida a los inmigrantes, creemos que los siguientes pasos son esenciales:

  • Acércate a ellos. Deja los lugares de comodidad y ve donde los inmigrantes viven, trabajan y luchan.
  • Busca la conexión. Comparte la vida con los inmigrantes. Escucha profundamente a los inmigrantes. Aprende de los inmigrantes. Sirve junto a los inmigrantes. Al construir relaciones con inmigrantes, la mutualidad debe ser siempre nuestro objetivo, reconociendo que estas conexiones no son actos unilaterales de servicio o compasión, sino oportunidades para un crecimiento compartido. Nuestros vecinos inmigrantes tienen mucho que enseñarnos, y una relación genuina significa aprender unos de otros.
  • Haz de la acogida un valor colectivo. Que tu iglesia local y nuestra denominación en su conjunto sean conocidas por su amor hacia los inmigrantes.
  • Habla frente a los sistemas. Aboga por políticas y prácticas que reflejen el corazón de Dios.
  • Colabora con otros. Usa recursos de organizaciones como Immigrant Connection para ayudar a tu iglesia a involucrarse en acciones prácticas y relacionales.
Conclusión
Los wesleyanos creemos que el corazón de Dios es claro. Él llama a Su pueblo una y otra vez a amar y dar la bienvenida a los inmigrantes con acciones concretas.

No todos los temas son claros. Este sí lo es.

No nos dejemos distraer ni influenciar por el miedo partidista o la sospecha cultural.
Tampoco nos dejemos adormecer en la neutralidad o el silencio. La indiferencia no es una opción fiel. En cambio, seamos hallados fieles: caminando en mishpat (justicia restaurativa), philoxenos (hospitalidad) y kollaō (conexión profunda), para que nosotros, como la comunidad que se llama wesleyana, seamos conocidos como el pueblo que da la bienvenida a los inmigrantes (Mateo 25:35).