Re-definiendo el papel del apóstol para el siglo XXI
¿Cuál es la primera imagen que se viene a la mente cuando escuchan la palabra apóstol? ¿Piensan en los doce discípulos de Jesús o tal vez en el Apóstol Pablo?
Por lo general, se asocia la palabra apóstol con el liderazgo de la Iglesia Primitiva y no con una descripción común usada hoy día por los líderes. En muchos círculos de liderazgo, describirse como un apóstol es visto con aprensión. Sé que me sentiría un poco incómodo si mi pastor me pidiera que dejara de referirme a él como Pastor Santiago y empezara a referirme a él como Apóstol Santiago. Sin embargo, debido a la continua disminución del cristianismo en nuestra cultura, no puedo dejar de preguntarme si, ahora más que nunca, la iglesia necesita al multiplicador apostólico.
Por un momento, dejemos de lado nuestro juicio en torno a la terminología apostólica. Saquemos un nuevo lienzo y consideremos definir nuevamente el papel del apóstol en el siglo XXI. Exploremos cómo sería realzar el liderazgo apostólico y describir las características de un líder con un impulso apostólico de manera relevante.
Es importante notar que hay evidencia bíblica que indica a los apóstoles más influyentes en la Iglesia Primitiva, y que va más allá de los doce discípulos originales de Jesús y del Apóstol Pablo. El Nuevo Testamento menciona otros diez apóstoles, entre ellos: Santiago, hermano de Jesús (Gálatas 1:19), Bernabé (Hechos 14:14), Apolos (1 Corintios 4: 6-9), Timoteo y Silvano (1 Tesalonicenses 2: 6), Epafrodito (Filipenses 2:25), Andrónico y Junia (Romanos 16: 7), y otros dos sin nombre (2 Corintios 8:23). Hay que tener en cuenta que algunas traducciones usan la palabra mensajero para describir estos retratos de la figura apostólica, pero en cada caso la palabra griega usada para etiquetar a estos líderes es apostoloi.
Hay muchas razones por las cuales el papel del apóstol crea un efecto polarizador, de contraste. Para muchas denominaciones protestantes, la hostilidad a identificar apóstoles dentro de su tribu es probablemente un remanente de la era de la Reforma, donde las iglesias protestantes se oponían fuertemente a las estructuras jerárquicas y autoritarias de liderazgo de la iglesia. Además, ha habido muchas situaciones en las cuales los apóstoles ávidos de poder han manipulado o abusado de las congregaciones locales, lo que ha disuadido a muchos de elevar el papel del apóstol.
A lo largo de la era de la iglesia, puede ser cierto que los líderes de la iglesia hayan evitado o se hayan abstenido de etiquetarse como apóstoles, pero no hay duda: los líderes con dones apostólicos o un impulso apostólico se han utilizado para lograr los propósitos de Dios. Dick Iverson declaró una vez: “No encontrarás ‘Apóstol’ escrito en letras grandes en mi puerta. Prefiero decir que hago el trabajo apostólico. No es sólo un título, es un trabajo”. Esta mentalidad puede personificar el ethos (valor) apostólico necesario para replantear la conversación apostólica. Se trata menos de un título y más de la obra apostólica.
Con el fin de aclarar la confusión sobre lo que un apóstol es y hace, comencemos por definir la palabra apóstol. La palabra griega apóstol (ἀπόστολος) literalmente significa “el que es enviado”. Es por eso que las traducciones del Nuevo Testamento a menudo traducen al apóstol como mensajero o embajador. En términos simples, un apóstol es un “enviado”, que podría ser usado para describir a cualquier creyente que ha sido enviado a una región o grupo de personas para anunciar las Buenas Nuevas de Jesús, hacer discípulos y comenzar una comunidad de iglesia de muchas generaciones. En un sentido más amplio, el término apóstol también podría usarse para referirse a un individuo que está incrementando y enviando trabajadores a la cosecha del Señor de manera continua.
A decir verdad, si en el primer siglo no hubiésemos tenido líderes con un impulso apostólico, la iglesia no habría cumplido el mandamiento de Jesús en Hechos 1:8 de ir a Jerusalén, Judea, Samaria y hasta los confines de la tierra. La iglesia seguiría estando en Jerusalén. La obra apostólica deja de lado los límites del reino y evita que la iglesia se centre en ellos mismos.
Si podemos llegar a un acuerdo con el hecho de que el liderazgo apostólico era necesario y todavía se necesita hasta la consumación final de la humanidad, entonces tenemos que sacar nuestros pinceles, mezclar nuestra pintura y describir cómo debería verse el cuadro apostólico en el siglo XXI. Permítanme crear un lienzo de conversación y sugerir cuatro características de multiplicadores apostólicos:
1.- Los multiplicadores apostólicos tienen que ver con la iniciación de OBRAS NUEVAS para llevar a la gente a Jesús.
Los líderes que intervienen dentro del papel apostólico ven cosas desde otro ángulo. Ellos ven lo que está por venir. Los multiplicadores apostólicos no sólo ven a su comunidad, sino que ven una región o un grupo de personas y tienen un impulso para ir ahí. No se contentan con simplemente llegar a su comunidad, sino que ven a su comunidad como un catalizador para iniciar nuevas comunidades de fe.
Aquí es donde vemos la distinción entre un evangelista y un apóstol. El deseo de un evangelista es evangelizar o convertir a un pueblo o a un grupo de personas, pero el de un apóstol es hacer discípulos y establecer iglesias. Dicho de otra manera, el multiplicador apostólico deja a las comunidades listas para seguir adelante.
2.- Para los multiplicadores apostólicos, el crecimiento de la iglesia no se trata solamente de añadidura sino también de la MULTIPLICACIÓN.
Los líderes con dones apostólicos adoran ver cómo la iglesia crece a través de la continua multiplicación de creyentes, líderes e iglesias. Esto no significa que los multiplicadores apostólicos no estén preocupados por el crecimiento y alcance dentro de su contexto inmediato, lo más seguro es que sí lo estén. Sin embargo, los multiplicadores apostólicos demuestran un conocimiento más exacerbado y se centran en levantar y enviar a los creadores de la iglesia. El efecto de la multiplicación surge cuando el multiplicador apostólico envía otro multiplicador apostólico, el cual luego envía a otro multiplicador apostólico, que entonces envía a otro multiplicador apostólico, y así sucesivamente.
Dentro de un ambiente de liderazgo apostólico, habrá un mayor valor en torno al desarrollo del liderazgo. Sin embargo, este movimiento de desarrollo de liderazgo no es sólo un productor a largo plazo para su sistema de iglesia local, sino que también se considera un productor para el movimiento de multiplicación. En pocas palabras, los multiplicadores apostólicos están más preocupados por su capacidad de envío que por su capacidad de estar en un lugar.
3.- Los multiplicadores apostólicos ven sus dones espirituales como un ESTIMULANTE para todos los demás dones.
Los individuos con un ADN apostólico reconocen que Dios los ha unido, exclusivamente, para crear nuevos ambientes de modo que la plenitud del cuerpo de Cristo pueda tener lugar dentro de una iglesia local. Esto puede que explique por qué el apóstol Pablo enumeró primero los dones del apostolado entre todos los dones espirituales.
“Pues bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno de ustedes es un miembro con su función particular. Dios ha querido que en la iglesia haya, en primer lugar, apóstoles; en segundo lugar, profetas; en tercer lugar, maestros; luego personas que hacen milagros, y otras que curan enfermos, o que ayudan, o que dirigen, o que hablan en lenguas. No todos son apóstoles, ni todos son profetas. No todos son maestros, ni todos hacen milagros, ni todos tienen poder para curar enfermos. Tampoco todos hablan en lenguas, ni todos saben interpretarlas. Ustedes deben ambicionar los mejores dones”. (1 Corintios 12: 27-31)
Se necesitan nuevos proyectos misioneros y multiplicadores apostólicos para dar rienda suelta a todos los dones en el cuerpo de Cristo. Sin multiplicadores apostólicos, la iglesia puede crecer con problemas o de manera petulante. Los multiplicadores apostólicos disfrutan fundar nuevas iglesias pues más personas dentro del cuerpo de Cristo pueden empezar a ver su gran potencial, y quieren ver que todos los dones de liderazgo florezcan en el cuerpo de Cristo para que iglesias saludables puedan nacer una y otra vez. Por esta razón, los multiplicadores apostólicos se alegran cuando ya no deben estar en “el panorama”. Este aspecto del apostolado ayuda a contrarrestar la noción de que los multiplicadores apostólicos sólo están preocupados por la expansión del reino y no por el pastoreo de las almas. Por el contrario, los multiplicadores apostólicos se ven a sí mismos como estimuladores y disfrutan ver cómo los demás expresan los dones que Dios les ha dado.
Si el multiplicador apostólico no tiene la capacidad de moverse de comunidad en comunidad para iniciar nuevos proyectos misioneros por si mismos, usarán su influencia local para originar nuevas iglesias, instalaciones o lugares con líderes con quienes hayan compartido por cierto período de tiempo. Los multiplicadores apostólicos siempre están buscando maneras innovadoras y creativas de expandir el reino de Dios al dar poder a otros a través de su región y más allá.
Las iglesias que acogen el papel de liderazgo apostólico evitarán crear una descripción ministerial que obligue a un multiplicador apostólico a funcionar como profeta, evangelista, pastor o maestro. Con el tiempo, muchos multiplicadores apostólicos pueden desarrollar incertidumbre o inconvenientes en lo que concierne dirigir y administrar un ambiente de iglesia local. Es importante que los multiplicadores apostólicos tengan a su alrededor el personal adecuado de manera que puedan funcionar libremente en su don apostólico. Sin duda, cada multiplicador apostólico tiene su propio estilo de liderazgo y preferencias, pero es fundamental que tengan mucho espacio y tiempo para dedicarse a supervisar a sus “enviados”. En pocas palabras, los líderes apostólicos deben ser parte de un ambiente que, constantemente, esté alcanzando un nuevo territorio para Cristo y que esté capacitando a líderes para que se sepan actuar con sus dones y usándolos.
4.- Los multiplicadores apostólicos se ven a sí mismos como un CONECTOR dentro de una red de iglesias.
Después de iniciar nuevas iglesias, el Apóstol Pablo continuó conectándose con los líderes de esas comunidades y creó redes de iglesias. El Apóstol Pablo era un líder de líderes y daba prioridad a las relaciones pastorales. A lo largo del Nuevo Testamento, leemos sobre las iglesias que trabajan juntas, que se entregan mutuamente y agrupan a líderes para ser enviados a un territorio no alcanzado. Esta conexión relacional crea un estrecho vínculo entre los multiplicadores apostólicos y los pastores locales.
La ventaja del papel apostólico es altamente pragmática, ya que el multiplicador apostólico ayuda a las iglesias locales a superar los problemas y se centran en la visión de Jesús para la iglesia. Por eso vemos que el Apóstol Pablo, constantemente, escribía cartas a sus iglesias y las aconsejaba en su actitud y prioridades misionales.
Desafortunadamente, este sentido de conectividad apostólica puede ser opacado por muchos ajustes organizacionales y denominacionales. Muchos multiplicadores apostólicos no tienen una manera de entender o expresar su don apostólico dentro de su sistema denominacional. Cuando este es el caso, los multiplicadores apostólicos se ven obligados a tomar una decisión: o eludir su estructura denominacional y abrir paso para poder vivir el don de Dios, o suprimir, perennemente, su impulso apostólico. Sin duda, el surgimiento de iglesias con varias sedes ha creado un espacio para que los multiplicadores apostólicos supervisen a otros líderes y comunidades de fe.
Ahora más que nunca, necesitamos estructuras organizacionales y denominacionales orientadas a apoyar las relaciones apostólicas. El vínculo paternal entre apóstoles y pastores evita la institucionalización de una colección de iglesias. Curiosamente, en 2 Corintios 11, el apóstol Pablo en su lista de dificultades apostólicas y notas, describe una de sus dificultades principales: cómo se sentía responsable del bienestar de “todas las iglesias”. En pocas palabras, los multiplicadores apostólicos deben sentirse responsables por otros líderes y comunidades eclesiales.
Puesto que la iglesia del siglo XXI se inclina a un movimiento de multiplicación, es importante destacar estas cuatro características de un multiplicador apostólico.
Además de ganar claridad en torno al papel del apóstol, también es importante definir los otros tipos de líderes necesarios dentro de un entorno de iglesia local. En Efesios 4:11-13, el Apóstol Pablo enumeró cinco tipos de funciones de equipamiento en el cuerpo de Cristo:
“Y él mismo concedió a unos ser apóstoles y a otros profetas, a otros anunciar el evangelio y a otros ser pastores y maestros. Así preparó a los del pueblo santo para un trabajo de servicio, para la edificación del cuerpo de Cristo hasta que todos lleguemos a estar unidos por la fe y el conocimiento del Hijo de Dios, y alcancemos la edad adulta, que corresponde a la plena madurez de Cristo”.
A esta sección de la Escritura, por lo general se le refiere como el modelo de ministerio quíntuple o el modelo APMEP (Apóstol, Profeta, Maestro, Evangelista, Pastor). En la actualidad, muchas personas han intentado hacer una distinción entre el Apóstol / Profeta / Evangelista (APE) y el Pastor / Maestro (PM).
Agrupar al apóstol / profeta / evangelista en una categoría y al pastor / maestro en otra puede que no represente con precisión la intención original del Apóstol Pablo. Es muy probable que el apóstol Pablo estuviera usando estas descripciones refiriéndose a los dones específicos con las cuales el cuerpo de Cristo está equipado. Noten que el apóstol Pablo se refirió primero al papel del apóstol, que puede ser por la misma razón por la cual él enumeró al apóstol primero cuando mencionó el punto acerca de buscar los mayores dones espirituales en 1 Corintios 12:27-31. El papel del apóstol se enumera primero porque se mantiene unido y da lugar para todos los demás roles de equipamiento esencial dentro de una comunidad de la iglesia.
Además, es importante señalar que el papel apostólico utiliza, estratégicamente, las funciones del profeta, del evangelista, del pastor y del maestro, pero el profeta, el evangelista, el pastor y el maestro no utilizan las funciones emprendedoras del apóstol. A un multiplicador apostólico le apasiona inaugurar nuevos ambientes o espacios para que el profeta, el evangelista, el pastor y el maestro puedan surgir y sean útiles en el contexto de la iglesia local.
Como se mencionó anteriormente, necesitamos definir lo que entendemos por los otros cuatro roles de equipamiento. Permítanme sugerir estas descripciones para el profeta, evangelista, pastor y maestro (PEPM):
Los profetas REVELAN el corazón de Dios a su pueblo. Los profetas dan guía, discernimiento, revelación, interpretación y aplicación a los individuos y al cuerpo de Cristo. Los profetas tienen un sentido extraordinario para determinar lo que Dios está haciendo en el contexto local. El profeta no necesariamente predecirá el futuro, sino que trae luz a la verdad del presente. Los profetas tienen un claro sentido de la voluntad de Dios y están en extrema sintonía con la verdad de Dios para hoy. Traen corrección, un llamado a la obediencia, y desafían las suposiciones del actual statu quo dominante que la iglesia puede heredar de la cultura.
Los evangelistas ALISTAN a la gente en el reino de Dios y llevan una gran carga por aquellos que aún no llevan una relación con Dios. El ejemplo principal de un evangelista en el Nuevo Testamento es Felipe. Fue uno de los hombres escogidos para servir a las viudas en Hechos 6, y él es el único que, específicamente, es llamado evangelista (Hechos 21:8). En Hechos 8, Felipe obedece al Espíritu Santo y trae al eunuco etíope al conocimiento de Cristo. Los evangelistas usan sus habilidades de comunicación tanto en el ámbito público como en el privado, para explicar y expresar el amor de Dios a las personas que han sido moldeadas en un mundo sin Dios. Los evangelistas también aman enseñar a otros sobre cómo ganar a la gente para Cristo y temen ver la indiferencia de los creyentes con respecto a los perdidos.
Los pastores GUÍAN y PROTEGEN al pueblo de Dios y traen al cuerpo de Cristo a la madurez. Los pastores cultivan una red de relaciones fructíferas basadas en amor y en espiritualidad. Los pastores se preocupan profundamente por el bienestar de los individuos y por una experiencia fructífera en el reino de Dios. Siempre están dispuestos a estar presentes y a ayudar a alguien, especialmente cuando están atravesando una crisis. Ellos equipan al cuerpo de Cristo ayudando a la gente a crecer en lo que Dios quiere que sean, incluso si eso significa proteger al rebaño a través de la corrección o de tareas difíciles. Debido a la falta de comprensión de los otros cuatro roles de equipamiento (APEM), a menudo, aquellos llamados por Dios a ser multiplicadores apostólicos han sido forzados a convertirse en pastores, y se encaminan en un trayecto que no es de o para ellos. Con el tiempo, esta dinámica crea tensión en sus iglesias pues les cuesta satisfacer las necesidades personales y relacionales de sus ovejas.
Los maestros ENTIENDEN y EXPLICAN la verdad y la sabiduría de Dios. Los maestros ayudan al cuerpo de Cristo a permanecer en los fundamentos bíblicos y también entrenan al pueblo de Dios sobre cómo vivir en el reino de Dios. Los maestros contienen una poderosa percepción y ayudan a los creyentes a ver movimientos y dinámicas que nunca habían visto antes en el reino de Dios.
Hoy por hoy, en donde la iglesia parece estar perdiendo terreno, es esencial que se persigan estratégicamente los cinco dones de equipamiento. Hay que destacar y fomentar el papel del multiplicador apostólico. Jesús dijo: Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso, pidan ustedes al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla. “(Mateo 9:37-38)
Ahora más que nunca, la iglesia debe reestablecer el papel del apóstol y permitir que estos emprendedores del reino difundan las Buenas Nuevas de Jesús e inicien nuevas comunidades de fe.
Pintura titulada “Pescadores de hombres” (“Fishers of Men”) de Michael Dudash